domingo, 25 de marzo de 2012

El mal de la muerte



La maladie de la mort /Robert Wilson / Foto: Mario del Curto
@url: www.desingel.be/dadetail.orb?da_id=20161


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Hasta esa noche usted no había comprendido cómo se podía ignorar aquello que ven los ojos, aquello que tocan las manos, aquello que toca el cuerpo. Descubre esa ignorancia.
Usted dice: no veo nada.
Ella no responde.
Ella duerme.


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Alrededor del cuerpo, la habitación.
Sería su propia habitación. Habitada por ella, una mujer. Usted no reconoce ya la habitación. Está vacía de vida, sin usted, sin su semejante. Apenas la ocupa ese rastro dócil y largo de la forma extraña sobre la cama.


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Vuelve usted a la habitación. Ella no se ha movido en el charco blanco de las sábanas. Usted observa a aquella que jamás había abordado, jamás, ni a través de sus semejantes ni a través de ella misma.
Observa la forma sospechosa desde hace siglos. Abandona.


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Descubre que es allí, en ella, donde se cultiva el mal de la muerte, que es esa forma ante usted desplegada la que decreta la enfermedad de la muerte.


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Y luego escucha ese ruido que se aproxima, escucha el mar.
Escucha el mar. Está muy cerca de los muros de la habitación. A través de las ventanas, siempre esa luz velada, esa lentitud del día que va alzándose en el cielo, siempre el mar negro, el cuerpo que duerme, la extraña a la habitación.


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Usted le pregunta si ella cree que se le puede amar.
Ella dice que bajo ninguna circunstancia. Usted pregunta: ¿es por la muerte? Ella dice: sí, es por esa insipidez, esa inmovilidad de su sentimiento, es por ese engaño de decir que la mar es negra.

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